miércoles, 10 de octubre de 2012

CRIMEN EN ALTA MAR (CUENTO POLICIAL)





CRIMEN EN ALTA MAR
CARLOS GÁRATE








Prefacio

      Desde niño, a “Carlitos” le gustó el misterio; esa característica lo llevó a desarrollar una gran capacidad para preguntar y repreguntar sobre cosas que no eran del todo claras, preguntas tan inocentes como: ¿de dónde vienen los bebés?, hasta… ¿por qué un sacerdote nos dice que somos culpables de un hecho que ocurrió hace dos mil años?. Creció, como muchos niños venezolanos, en un barrio popular de La Guaira, en el pleno litoral central caribeño, amando el beisbol, comiendo arepas y lanzando piedras a las matas de mango que crecían al pie del cerro El Ávila, en la cordillera de la costa venezolana.
     Durante su juventud, abrazó las ramas de la ciencias naturales, quizás allí encontraba las explicaciones que muchas veces sus mayores le atribuían a Dios; ¡curiosidad y ansiedad! eso era lo que sentía cuando se presentaba ante él ese misterio. En una ocasión comiendo pescado se le atoró una espina en la garganta y una señora del oriente del país le recomendó que tomara el plato, lo colocara en la cabeza y le diera vuelta; claro que la molestia no se le pasó pero investigó aun más y se encontró con que un hilo en la frente cura el hipo, un azabache el mal de ojo, dos cubiertos cruzados detienen la lluvia y si las orejas se ponían calientes, seguro estaban hablando mal de él.
Capítulo I
    El inspector Carlos Rodríguez, se encontraba en su oficina recordando aquellos primeros misterios. Recién acababa de llegar de sus vacaciones y suspiró ante su último caso policial esclarecido: una simulación de delito de violación en el cual la supuesta víctima, luego de incesantes preguntas y repreguntas, confesó que bajo los efectos del alcohol había hecho el amor con un joven y cuando su marido la descubrió no le quedó otra opción que gritar que la estaban violando, formulando una falsa denuncia y así evitar que su esposo la abandonara por infiel. 
     Ya la rutina estaba haciendo mella en su personalidad. Los casos sencillos no le llamaban la atención, los difíciles los veía sencillos y solo lo imposible podría ser considerado algo difícil, como la ocasión en la que fue secuestrado un niño y todas las autoridades, aun utilizando los equipos más sofisticados y un gran número de detectives, no daban con el paradero del infante.
      Luego de escuchar la grabación de una llamada telefónica en la que un sujeto con voz amenazante pedía dinero, el Inspector Rodríguez notó algo que nadie había notado: en el sonido de fondo, le pareció escuchar un silencio y luego un escándalo. Al hacer la observación, todos a su alrededor coincidieron en que era la calle, donde la gente grita y se alborota; todos menos él, quien prestó toda la atención posible, solicitó el periódico local y luego de 10 minutos sin pronunciar palabras, levantó su voz ante todo aquel equipo de investigadores venidos de distintas ciudades y manifestó:¡Ya sé donde está!, luego los guió hasta el único cine que había en la ciudad y con un grupo de policías allanó las instalaciones, se detuvo a los plagiarios y fue rescatado el niño que mantenían oculto en un cuarto que servía para almacenar películas.
     Tiempo después explicaba que, al escuchar gritos y luego silencio absoluto pensó que había algo más allá de lo cotidiano de la calle, la gente esperaba en silencio el acontecimiento para luego gritar, buscó en el periódico y el único evento de la semana que podía causar esta reacción era una película de terror que proyectaban en el único cine de la ciudad, lo demás fue sencillo.
Capítulo II
     Sí… allí sentado en su escritorio, el Inspector Carlos Rodríguez, con la cara tostada por el sol ya que regresaba de sus primeras vacaciones en muchos años, con un calor que le hacía sudar copiosamente pues el aire acondicionado se había dañado, recordaba que cuando trató de hacer carrera universitaria en ciencias biológicas, no tenía los recursos para una carrera de larga duración por lo que decidió ingresar a la Academia de Detectives de Venezuela, recibiendo una formación en técnicas de investigación, ciencias forenses y leyes.  Al tiempo ya estaba en las calles resolviendo delitos y buscando la verdad de los hechos.  Muchos años habían pasado y muchos retos había afrontado pero ninguno como el que estaba por ocurrir.
     El mar Caribe, con su azul intenso, parece cegar al espectador cuando los rayos del astro rey lo penetran y cual espejo los refleja ¡con ese color se pintó la segunda franja de la bandera venezolana!  Sobre el mar, gaviotas vuelan, caen en picada y se sumergen para buscar el preciado alimento. Es en este escenario donde fue localizado por la Guardia Costera un velero a la deriva. El primer oficial con dos marineros lo abordan y de inmediato perciben un olor nauseabundo que proviene del interior; bajan la escalera hacia el único camarote de la embarcación y quedan paralizados al presenciar aquella macabra visión.
     En el interior del velero sobre una pequeña cama se encontraba, el cuerpo sin vida de una persona totalmente deforme, hinchado por la acumulación de gases; había gran cantidad de gusanos en sus orificios naturales y orbitas oculares, el vientre verduzco y la cara totalmente negra, por lo que fácilmente se podía concluir que eran muchos los días que llevaba esa persona muerta.
    Las autoridades militares rápidamente dieron aviso a las autoridades civiles y fue la Policía Técnica Judicial, conocida por sus tres letras iniciales: PTJ, quien se encargó de las investigaciones. Durante varios días, los expertos en homicidios intentaban armar el rompecabezas; determinaron el origen del velero: de bandera norteamericana, había zarpado hacia un mes del puerto de Miami, en Estados Unidos, con rumbo a las Antillas Holandesas.  A bordo supuestamente iban el señor Tom Smith y su señora, Helen Smith y efectivamente, el cadáver localizado, luego de realizarse el estudio de sus huellas dactilares, pertenecían a Tom Smith quien presentó un disparo en el intercostal izquierdo, lo cual probablemente le produjo la muerte.
     Pero… ¿dónde estaba Helen?, difícil era construir una hipótesis, ¿la mujer abandonó al marido?, ¿le disparó y huyó con otro?, ¿Tom había asesinado a su esposa pero resultó mortalmente herido?, ¿una tercera persona viajaba con ellos y los asesinó a los dos arrojando el cadáver de Helen al mar?.  A estas interrogantes se sumaron: ¿dónde habían sucedido los hechos?, ¿cuándo?, ¿por qué? y los más importantes: ¿quién o quienes lo habían hecho?.
Capítulo III
     El Inspector Rodríguez, guaireño de nacimiento,  al regresar de sus vacaciones de la Isla de Margarita, ubicada al oriente del país, se había enterado del caso por la prensa y la televisión los primeros días del hallazgo pero, a medida que pasaba el tiempo ese  hecho parecía quedar en el olvido pues, los expertos que llegaron al inicio de la averiguación, en su gran mayoría ya habían retornado a sus lugares de origen, solo unos detectives jóvenes terminaban de archivar los recaudos y papeles, producto de solicitudes a Interpol, embajadas, cancillerías,  capitanías de puertos y muchos otros.
     La oficina de la PTJ del Litoral Central era comandada por una mujer: Abogada y experta en criminalística, de edad mediana, cuerpo estilizado, mirada metálica y quien, de vez en cuando, sonreía tímidamente. El Inspector Rodríguez llega hasta su oficina y le hace entrega de un presente: una estatuilla de la imagen de la Virgen del Valle, patrona del oriente del país. Ella se alegró mucho y le confiesa que solo un milagro ayudaría a resolver el misterio del asesinato de Tom Smith, en alta mar.
     El Inspector Carlos Rodríguez dudaba mucho de los milagros, sobre todo si se trataba de casos de homicidios, por lo tanto, a petición de su jefa, tomó las riendas de las investigaciones en las que, varios equipos, con diversas hipótesis, habían fracasado.  Estuvo dos días leyendo el expediente, viendo las fotos y anotando cuanto dato apareciera, luego otros dos días revisando en la computadora por internet, hasta que, al quinto día, decide viajar a la Isla de Margarita, de donde no hacía una semana, había regresado de sus vacaciones, su jefa no opuso resistencia pero estaba algo incrédula de sus posibles motivos.
      El Inspector Rodríguez llegó al Aeropuerto Internacional de Margarita en horas de la mañana un día viernes; se entrevistó con las autoridades locales, tanto de la policía como de la Capitanía de Puertos, tratando de obtener alguna pista sobre el velero de los Smith, pero no tuvo éxito, por lo cual usó la vía más difícil: dirigirse  a los centros comerciales más grandes de esa zona y luego de varias horas de caminar y preguntar, encontró lo que andaba buscando. Tom Smith había comprado provisiones y licores en un comercio pagando con tarjeta de crédito y toda esa operación había quedado registrada.
     Trató de ubicar a la cajera que lo había atendido pero, la joven mujer no lo recordaba pues allí compraban muchos turistas, de muchas nacionalidades y para ella, toda persona rubia era similar. Carlos Rodríguez no desmayó y aprovechando que estaba en ese lugar, compró una botella de whisky y algunas golosinas; luego de pagarle a la misma cajera que le había cobrado a Tom Smith, dos jóvenes se peleaban por llevarle la bolsa y fue en ese momento que recordó una de las fotos tomadas en el momento de hacerle la autopsia a Tom Smith: la foto de un tatuaje en su brazo, unas palmeras cruzadas y dos sirenas tomando sol en la arena. Habla con los jóvenes y uno de ellos de inmediato le dijo que si se acordaba de ese “gringo”.
Capítulo IV
     Efectivamente, Tom y Helen Smith habían estado en la isla; hacían exactamente 21 días cuando compraron licores y provisiones y la última persona que los había visto estaba allí con el Inspector Rodríguez: un muchacho de 14 años que le cargó sus bolsas de víveres. Este joven llevó al Inspector Rodríguez hasta el lugar donde los Smith tomaron un taxi, el policía premió al joven con una buena propina y éste se fue corriendo, riendo por su buena suerte.
     Pero, nuevamente necesitaba piezas del rompecabezas; estuvo largo tiempo hablando con el encargado de la línea de taxis haciendo referencia al tatuaje y quién podía haberlo llevado. No  fueron muy fructíferas las pesquisas, ese día regresó al hotel y comenzó a meditar, pensar y observar por su ventana la luna llena que parecía una perla gigante que emerge del mar.
     Todo estaba muy claro. Desde el primer momento en que vio las fotos en el expediente, tomadas por los investigadores en el velero, pudo observar entre muchas de ellas, una botella de whisky con una franja roja en la etiqueta, identificación que se coloca a los licores comprados en puerto libre. El Inspector Carlos Rodríguez, al pasar sus vacaciones en Margarita y tuvo la oportunidad de comprar licores y de inmediato, al ver la foto, pensó en ir a Margarita pero no le explicó esto a su Jefa, razón por la que ella estaba un poco dudosa pero, era su mejor hombre en la investigación criminal.
     Al día siguiente, muy temprano, como de costumbre, compró el diario local y leyó varios reportajes hasta que uno le llamo mucho la atención. Llamó a un taxista que se había hecho amigo durante sus vacaciones y lo llevaba a todas partes. Era un moreno de Petare, populoso sector del este del Distrito Capital, de Carcas, que hacía muchos años se había venido a Margarita porque en el barrio donde vivía, estaba amenazado de muerte por haber enamorado a una joven, novia de un peligroso delincuente.
     Una vez a bordo del taxi, le solicitó a su amigo que lo llevara hasta los muelles privados, adonde llegan embarcaciones de todas partes del mundo casi sin ningún control.  Este lo llevó a varios lugares hasta que por fin dió con el lugar buscado; habló con el encargado, le muestra fotos del velero y este le respondió afirmativamente que ese velero había zarpado hacía 20 días, con rumbo a Los Roques, un archipiélago del mar Caribe, frente a las costas venezolanas.  El Inspector ya tenía el rumbo a seguir pero aún faltaban varias piezas del rompecabezas. 
     De regreso al taxi, habla con su amigo acerca de una noticia que estaba en el periódico local, donde señalaban que un grupo de taxistas secuestran y roban a turistas; el moreno se le quedó mirando con reproche pues sentía que su profesión estaba siendo ofendida por el experto policía, rápidamente el Inspector Rodríguez, se disculpa y va directamente al grano al preguntar por la reputación de la compañía de Taxi adonde supuestamente, Tom y Helen se habían transportado hacia el muelle.  Su amigo contesta que son personas poco sociables con los demás taxistas y tienen carros muy lujosos, hacía quince días vio a tres de ellos gastar una suma considerable en dólares en un casino de la isla.
     El Inspector Rodríguez, al  día siguiente fue hasta la parada y tomó un taxi de la misma compañía que habían llevado a  Tom y a Helen. Le dijo al conductor que lo llevara al muelle privado y durante el trayecto, el conductor le preguntó por su profesión, el Inspector le dijo que era comerciante, estaba interesado en comprar un yate y tenía que pagarlo en efectivo; el taxista se ofrece para ayudarlo en lo que fuera y en ese momento, el policía le solicita un cigarrillo y fósforo; el  interesado chofer con un brillo de lujuria en los ojos, saca una caja de cigarros extranjeros y unos fósforos también importados, el Inspector había visto todo lo que tenía que ver.  Le pidió el número telefónico al taxista para cuando fuese a llevar el dinero para la supuesta compra de la embarcación. El taxista no dudó en darle su número y con mucho servilismo lo despide.
     Todo fue demasiado rápido. El Inspector, con el número de teléfono, consigue la dirección del taxista y solicita una orden de allanamiento al Ministerio Público. En horas de la mañana siguiente, ya estaban allanando la casa del taxista  donde se localizaron varias pertenencias  de los esposos Tom y Helen Smith.  El hombre  no salía de su asombro… ¿cómo lo habían descubierto?, así fue como el Inspector Rodríguez, haciendo uso de su mejor arma: el interrogatorio, le indica que sus cómplices lo habían delatado.
     Aquel hombre creyendo que había sido traicionado comienza a hablar sobre sus cómplices y acto seguido, el Inspector envía dos comisiones más, a fin de ubicar a los otros participantes, a quienes les consiguieron armas y también dinero en moneda extranjera.  
     El  taxista confesó haber llevado a los esposos Smith hasta el velero y cuando Tom iba a pagar por el servicio, dejo ver gran cantidad de dólares norteamericanos y prendas, por lo cual, el taxista buscó al resto de la banda, quienes decidieron asaltar el velero en alta mar, pues en el muelle había mucha vigilancia y  es así como el día en que zarpa el velero, ellos lo siguen en una lancha rápida,  lo interceptan pidiéndole ayuda por una supuesta enfermedad y una vez que abordan el velero sacan sus armas, someten a la pareja, le quitan todo el dinero, las prendas y otros bienes. Tom Smith, opone resistencia y es herido mortalmente. Entre las cosas que se llevaron había varias cajas de cigarrillos compradas por Tom en Miami. El Inspector Rodríguez, al pedirle un cigarrillo al taxista y ver que la caja no era de puerto libre, sabía su procedencia, era del extranjero y fue el dato que lo llevó atrapar a los asesinos, quienes conformaban un grupo criminal dedicado a prestar servicio de taxi, llevaban a los turistas hasta su lugar de hospedaje y luego al ver la oportunidad, regresaban a asaltarlos, este modo de proceder fue el que tuvo la oportunidad de leer el Inspector en el periódico local.
     Una vez en el despacho de La Guaira, la jefa lo felicita pero, aún faltaba un eslabón en esa cadena y es el cuerpo de la señora Helen Smith, probablemente arrojada al mar y muerta.  En ese momento entra rápidamente un joven detective y le entrega al Inspector Rodríguez, un télex de interpol de la isla de Curazao. El lo lee y luego de respirar profundamente, lo entrega a su Jefa y le dice: ¡ Aquí está tu eslabón! ¡ Me regreso a Margarita a tomar whisky rayado!
Capítulo V
      La inteligencia aguda de este investigador lo llevó a leer y releer todas las cosas halladas en el velero; analizar todas y cada una de las fotos tomadas en sitio del suceso, detallar una franja roja en una botella de whisky, señal de que había sido comprada en algún puerto libre venezolano pero, las cajetillas de cigarrillos no tenían franjas rojas, muestra que habían sido adquiridas en Miami por los Smith. En el inventario del velero faltaba un bote salvavidas, lo que le llevó a pensar que la señora Smith podría haber abordado ese bote, como efectivamente sucedió.
      Luego que le disparan a su marido, quien era el único que sabía pilotear el velero, éste queda mal herido, perdía mucha sangre; ella trato de ayudarlo y la mejor forma era buscar ayuda pronto y como no sabía nada de navegación, optó por bajar el bote salvavidas que tenía un motor más sencillo para tratar de regresar al puerto pero, se perdió.  Anduvo a la deriva durante varios días hasta que fue rescatada por pescadores de curazao y fue llevada a un hospital donde estuvo inconsciente y delirando producto de la deshidratación, por lo cual las autoridades nunca se enteraron del hecho.
     El Inspector Carlos Rodríguez desde el primer momento, buscó apoyo y envió un télex a través de INTERPOL a las islas del Caribe, a fin que le informaran si habían rescatado del mar a un bote salvavidas con el nombre del velero de los Smith y fue Curazao quien respondió y así quedó esclarecido este crimen en alta mar.